Pequeña historia de la Sociedad Instructiva y recreo «Unión Cultural”
PEQUEÑA HISTORIA A GRANDES RASGOS DE LA “SOCIEDAD UNIÓN CULTURAL” DESDE SU FUNDACIÓN EN 1931 HASTA EL FINAL DE LA GUERRA CIVIL, QUE TERMINÓ EN 1939
Algunas noches, ya en la cama, dejo vagar el pensamiento a los años de mi niñez y adolescencia. Una de esas noches, machaqué y exprimí en el almirez de mi cerebro los recuerdos de la fundación de la “Sociedad” en el año 31.
Tenía yo nueve años, hasta el 39, fecha en que terminó la Guerra Civil. Sé que todo no lo puedo recordar. Escribo lo que sé. Domingo Bello, había comprado el solar a don José Mirabal dueño en aquel tiempo de esta gran finca. Decían que por ochenta duros.
Domingo Bello, hombre muy trabajador, y mi tía Rogelia, mujer ahorradora, decidieron construir una casa. La obra fue empezada en 1929.
Todo, o casi todo lo que se construía en aquel tiempo, era a base de ladrillos, hechos con tierra y luego quemados en un horno. Recuerdo ver el humo salir de aquellas pirámides, tres o cuatro días hasta que al fin aquellos pequeños bloques hechos con tierra de labor quedaban listos para empezar la obra.
Mis tíos, vivían en el Camino de San Bartolomé, en la pequeña parte de casa que les correspondió como herencia de mis abuelos “Los Iguesteros”. La comida la hacia mi tía Rogelia en un fogal que tenían en el lagar.
Trabajando domingos y festivos desde las primeras luces del “alba” fue levantada y techada aquella obra de ladrillos rojos. Solamente la pared del batiente era de piedra y barro. Recuerdo que tío Domingo llevaba a hombros “esquinas” de piedra que se habían caído de las murallas de “Castrejón”. Al fín, aquélla -para aquel tiempo-, gran casa quedó terminada. Sólo le faltaba el revestimiento exterior.
No sé de quién o de quiénes partió la idea de fundar una “Sociedad” en Geneto. Aquella salita de mis tíos, de 7 por 4 metros, con piso de mosaico y reciente construcción era la ideal. Recuerdo ver a algunos de los fundadores en aquella casa sentados en cajones de cerveza alemana.
Aquel año fue proclamada la Segunda República. El rey Alfonso XIII y toda la familia real abandonaron el país.
Por aquellos días, vivía en aquella casa frente a la finca “El Drago” un tal don Claudio Pérez Sarmiento, empleado en Hacienda. Su esposa era doña. María Luisa Lecuona. Tenían dos hijos, Claudio y Manolito. Iban a la escuela con nosotros. El maestro era don Andrés Catalán.
Al proclamarse la República, Don Claudio y varios amigos, todos santacruceros, se pasearon por Geneto en uno de aquellos antiguos automóviles, con una gran bandera tricolor gritando vivas a la República.
Nuestro vecino José Rosa decía que cuando vio aquella bandera que no era la del rey, lloró.
En fin, “la Sociedad” quedó constituida. No puedo saber cuántos fueron los socios fundadores. El primer presidente fue don José Expósito Alvarez, el cual vive con 96 años de edad. Vicepresidente, Pedro Rodríguez Rivero. También componían la directiva, Juanito Díaz, Miguel Santana…, mi hermano Francisco con 19 años fue socio fundador. La cuota de socio era de una peseta al mes. Yo diría que una peseta de aquel tiempo tendría el valor de 5.00 ó 500??? actuales.
Me vienen a la mente aquellos primeros bailes. Casi todo era música típica canaria, excepto valses y pasodobles. Lo más frecuente eran las isas, folías, malagueñas.
Los tocadores solían ser Félix Cartaya y su hijo Daniel Viña, Pedro “el Coco”, Miguel Santana… Algunas veces Eusebio el de “El Sobradillo” con su acordeón. A media noche era cuando más animado estaba el baile, la parranda interpretaba unas folías, seguidillas y saltonas para los viejos. Allí salían a “El Terrero” todos los mayores dirigidos por cho Gregorio Mejías, aquel hombre siempre tan alegre que tenía una facilidad pasmosa para hacer restallar los dedos índices con los pulgares de cada mano. Mientras danzaban, Antonio Rosa y su mujer doña Herminia, mi madre, tía Rogelia, Antonio Lucas, Pelegrina, Antonia la lechera, y tantos otros, mientras cantaban.
Ayúdeme otro, ayúdeme otro, a cantar seguidillas que estoy ronco, que ya estoy ronco.
A los particulares se les cobraba una peseta por la entrada. Éstos fueron a grandes rasgos los primeros pasos de la Sociedad. Luego, poco a poco, se fueron comprando sillas de madera plegables, un gran espejo y algunos cuadros, también un armario donde se guardaban las actas de fundación y los reglamentos firmados por el Gobernador Civil. Libros de cuentas y otros documentos. Fue por aquel tiempo cuando Celso, Paulino “el gomero”, mi hermano Francisco, Javier Mejías, Antonio Morales…, decidieron formar una nueva parranda.
Un señor de La Laguna llamado Gregorito, venía a enseñarles a “rascar” las cuerdas. Poco tiempo después, esta nueva ola de tocadores en unión de los antiguos, cada día se hacían más famosos y a los que acudían muchos jóvenes de las comarcas cercanas. La sala se iba quedando pequeña, sobre todo por las fiestas de San Miguel. La milagrosa, los carnavales o San Isidro, que también debe decirse que era fiesta en nuestro pueblo, por la gran cantidad de gente que venía de Tegueste, con ganado desde Las Mercedes, Jardina y más caseríos cercanos.
El día de San Isidro desde las ocho de la mañana se sentía el tintineo de los esquilones que pendían de las colleras de las vacas. Decían Celso y Francisco que una mañana de San Isidro contaron 137 vacas a parte de caballos, burros y un gran macho cabrío cuyos cuernos parecían manillares de bicicletas, que un señor mayor llevaba todos los años a la fiesta del patrón de los labradores.
Por la tarde, al regresar ya eufóricos por los vasillos de vino, todo era alegrías y canciones. También solía haber algunas peleas. Bailes en casa de don Evelio donde pasaba mucho ganado que se ataba a unas argollas en la “rotonda” que su padre don Manuel Rosa mandó a construir en los primeros años del siglo XX. Todavía puede verse la parte alta de esta rotonda, pasando por encima de un muro de bloques que recientemente fue construido frente a aquella famosa casa, que fue la más famosa de todo Geneto y que en la actualidad está convertida en una verdadera ruina. Alguien debió poner coto a los desmanes que en aquel palacio se han cometido. Tengo varias fotos de cuando estaba casi intacta, de sus cuadras, de su lagar y de su era, de bailes en el caserío y algunas casas particulares. También las famosas carreras de los bueyeros y las vacas frente al actual campo de fútbol.
Me encantaba ver bailar a Bernardo Vera con su esposa Candelaria, nunca conocí pareja que lo hiciese mejor bailando nuestro folclore.
También fue famoso Manuel Faustino, aquel hombrón alto y de anchas espaldas. Cuando se bailaba una isa, él, con su tronera voz decía “firmes” para bailarla en cadena. Allí, se quedaban todos los hombres y mujeres cogidos de la mano formando un círculo. Manuel decía “oído a la pisada” y cuando daba un zapatazo en el suelo, se movían las paredes de la sala. Luego decía una “cadena”. Empezaban todos a circular. Las mujeres en sentido contrario a los hombres, dándose la mano, y si una vez pasaba por la derecha de un hombre, la siguiente tenía que pasar por la izquierda. Decía. Mujeres dentro, hombres fuera. Dentro y fuera. Cambio. Contrario… Esto era, a grandes rasgos, la isa en cadena que se bailaba en la Sociedad dirigida por Manuel Faustino.
Y que decir de los cantadores, cantaban muy bien, Pedro “el Coro”, Manuel Cartaya, Juan Torres, Carmen Morales, Concha “café”. Creo que por aquellos tiempos fué cuando empezó a descollar Juana Cartaya, la cual durante muchos años, a mi modo de entender, fue la mejor cantadora de Geneto.
En 1933 “La Sociedad” fundó un equipo de fútbol “El Unión de Geneto”. El campo estaba en la huerta de Antonio Lucas frente a la actual farmacia.
Recuerdo que en la pared que daba al camino pusieron un ballado de cañas y palos de eucalipto. También hicieron una especie de apisonadora, un bidón lleno de piedras con cemento para apisonar el campo. ¿Cuántos equipos pasaron por él desde su inauguración hasta el año 1936, cuando empezó la Guerra Civil? ¡Muchos! Los domingos empezaban desde muy temprano. Por ejemplo, dos equipos forasteros lo alquilaban por diez pesetas. Unos jugaban de diez a doce, otros de doce a dos, otros de dos a cuatro… De esta forma algunos domingos recaudaban treinta o cuarenta pesetas. Con esto y algo más se pagaba el arrendamiento. Decían que eran ochenta duros. Esta cantidad en aquel tiempo era mucho dinero.
Había dos equipos, primero y segundo. En el primero jugaban algunos forasteros, Claudio Linche, Vicente Pajita, Chano y Rogelio conocidos por “los morenos”, Jerónimo “el canario”, los demás eran Geneteros. Pablo y Andresito, nietos de don Luciano. Elías Fariña. Paulino “el gomero”.
En el segundo, Honorio “manzanilla”, Goyito, Antonio, Francisco, Celso, Pablo “el comino”, etc.
Creo que fue por estas fechas cuando tío Domingo Bello, revistió las paredes exteriores de la casa. Recuerdo verlos en los andamios pasando la “terraja” en aquellas cornisas y molduras. Siempre estaba cantando con su suave, pero bonita, voz.
Algunos equipos forasteros que jugaron en nuestro campo fueron el “Cuatro Torres”, el “Noria”, el “Regla”, el “Monturrio”, el “Buenos Aires”, el “Drago”, el “Estrella”, el “Nivaria”, el “Salud”…
Por aquellos días el agua en Geneto era un grave problema, sobre todo en los veranos. No existían tuberías o conducción que trajera el preciado líquido a nuestro pueblo. Solamente el gran depósito de “Castrejón”, y si los inviernos eran lluviosos, se recogía agua para algunos meses, pero que no era apta para el consumo humano. Ésta había que traerla de “Pozo Cabildo”, el “tanque grande”, o del “drago” en burros o carros. Quien peor lo tenía eran los ganaderos. Me decían José Rosa y José Correa que cuando Castrejón se agotaba iban con sus carretas y unas barricos a las dos de la madrugada para hacer cola en uno de estos lugares. Un par de años antes se había construido el famoso canal de Araca, que pasaba por lo Baldíos orillando el camino del “medio”. Se comentaba la posibilidad de traer un ramal hasta Geneto aunque se sabía que la obra costaría mucho dinero.
La Sociedad era el lugar y foro de casi todos los Geneteros. Allí se hablaba algo de política y de lo cotidiano de vivir, casi siempre de ganado y agricultura. En aquellos tiempos casi todos los vecinos vivían de lo que daba la tierra. Se “malvivía” pero no había otra salida. Los que tenían grandes fincas lo pasaban mejor, pero otros tenían que ser medianeros. Trabajar fincas ajenas para entregar la mitad de la cosecha a los “amos”. Triste forma de esclavitud y servilismo que por fortuna en nuestros días está erradicada.
El agua, el agua, el agua… eterno martirio. ¡Traerla desde los Baldíos! ¿Pero cómo? ¿Quién haría un presupuesto para saber cuánto costaría la obra? De esto se hablaba desde muchos meses atrás. En esto surgió la figura de don José Febles, abogado y catedrático, el cual tenía una finca en el camino de San Bartolomé con una gran casa. La finca llegaba hasta el camino de Geneto. En ella vive todavía uno de sus hijos. también tenía don José otra finca, casi al final del camino de San Bartolomé, cerca de “Bocatuerta” que podía ser regada con el agua que se traería del tan deseado ramal. Este hombre intervino, se hicieron varias reuniones. Un día se corrió la voz en todo Geneto de que al siguiente domingo a las tres de la tarde habría una reunión en la Sociedad para hablar sobre el tema. Aquella pequeña sala donde años antes se había fundado la Sociedad “Unión Cultural” se llenó. Se trataba de traer agua al sediento campo de Geneto. Decían que eran muchos los interesados. Don José hizo un presupuesto, calculando el valor aproximado de cada acción, unas 150 pesetas que costaría cada una… ¡coño, treinta duros es mucho dinero!, dijeron algunos. Al fin todos estaban de acuerdo. El dinero se buscaría. El agua era lo primero. Yo venderé una vaca, decía alguno, yo un pedazo de terreno, comentaba otro. Si hace falta yo vendo hasta mi mujer, comentaba un vecino que siempre fue muy bromista.
Se formó una directiva presidida por el señor Febles en la que también entraron Gregorio Correa, maestro Florencio delgado, Antonio Rosa, y otros. A la comunidad se le puso el nombre de “Bajante de Bocatuerta”. El contratista fue Gregorio Correa. Se inició la obra en el camino del “medio”, allí donde pasaba el canal de Araca, bajaría por la finca de Mirabal con dirección al lomo de los Rosa, lomo de los Correa, cabecera de la finca de los arayeros, parte baja de la finca de Castrejón, para terminar en la montaña de Pacho. Fue en 1934 cuando el “Bajante de Bocatuerta” bajó el agua a casi todo Geneto. Las penurias desaparecieron. Las mujeres se surtían en las “arquillas repartidoras”. Nuestro pueblo adquirió un gran impulso. El agua no era muy cara. Se regaban papas, millo, hortalizas y forraje para el ganado. Se construyeron varios estanques. Pienso que si en aquel tiempo no hubiese existido nuestra sociedad, hubiesen pasado muchos años para que el agua llegase a Geneto.
Diariamente venía la “prensa” y quincenalmente una revista de Madrid, titulada Crónica al estar la Sociedad en la casa de mi primo Adolfo, teníamos la posibilidad de leer los periódicos. Eran tiempos de “Veramón” una especie de aspirina. También el elixir estomacal “Zaíz de Carlos”, “fósforo Ferrero”, “depurativo Richeliet”. Aceite de “hígado de bacalao”. A pesar de haber pasado más de 65 años de la revista, Crónica recuerdo muchas cosas. Aparecían algunas chicas en bañador. En maillot decía. No era ni punto de comparación con lo que se ve en la actualidad, a pesar de todo las madres decían que aquéllo era una vergüenza y que no permitirían que sus hijas las vieran. La Sociedad no debe traer esa revista, decían, porque eso es corromper a la juventud.
Venía una historia de dos chicas, que aunque no tenían parentesco entre ellas, se parecían mucho. Una se llamaba Victoria y la otra Marina. Se daba el caso de que los novios las confundían, por este motivo tuvieron algunos problemas. Cierta vez apareció una página titulada ¿Cómo veranean los ministros? El de marina en San Sebastián. El de hacienda en Sevilla, el de obras públicas pescaba en las Rías Bajas gallegas, el de fomento entre sus lechugas, ya que a este le gustaba plantar hortalizas. También venían unos colorines o tebeos titulados Pipo y Pipa.
Puedo contar algo de una especie de novela que venía por capítulos en dicha revista titulada Trini. Se trataba de una jovencita, más bien de clase baja y mediana cultura, quien por consejos de su madre entró como aprendiz en un taller de costura. Los primeros capítulos se titulaban “Trini aprendiza” (pasados dos años Trini tenía ya el título de modista). A la muchacha le salió novio, no puedo recordar su nombre, pero sé que era boxeador, deporte que a ella no le gustaba nada, ¿por qué dos hombres tienen que romperse la cara a puñetazos?, decía ella. ¡Es que a mí me gusta!, contestaba él, como a otro puede gustarle el fútbol o el tenis.
Unos promotores habían concertado un combate. Se trataba del campeonato de España. El novio de Trini era el aspirante. Una tarde la invitó para que fuera a presenciar la pelea, y ella contestó ¡por nada del mundo iré a ver semejante salvajada! El combate se celebró y el aspirante ganó al campeón, pero también recibió algunos golpes que le dejaron la cara amoratada.
Una mañana se encontraron, ¿qué te ha pasado?, preguntó Trini. ¡Nada, fue el combate, lo gané, soy el campeón! ¡Tú serás el campeón, pero bonita te han puesto la cara!, contestó Trini…
No recuerdo el motivo, pero sé que los dos jóvenes rompieron sus relaciones. Una casa productora de películas necesitaba una chica elegante y bonita para interpretar un corto papel. Se presentaron muchas. Trini fue la elegida. Desempeñó con aplomo y soltura su papel. En otras películas le dieron más largas y más difíciles intervenciones. Trini cada día más serena y más dueña de la sí misma se consagraba como una actriz de primer orden. Don Nicanor, director de la productora estaba muy contento con aquella nueva estrella que él había descubierto para el mundo del celuloide. Tan contento que un día le propuso matrimonio. Ella se sorprendió. No esperaba tal proposición, un poco sonrojada le dijo me lo pensaré.
Contó todo esto a su madre, la cual le contestó, ¡eres mayor de edad, en eso no puedo darte ningún consejo, piénsalo, escoge tu camino!
Trini notó en las palabras de su madre como cierta complacencia en su matrimonio con aquel magnate del cine. Lo pensaba. Era un hombre rico. Tal vez a su lado tuviese un brillante porvenir. Había roto con su novio el boxeador. Era un joven guapo, elegante y educado aunque no le gustaba nada su profesión. No lo podía soportar ver su cara llena de hematomas.
Un día don Nicanor volvió a hablarle de matrimonio. Ella sin apenas pensarlo dijo que sí. Se casaron. Trini seguía cosechando triunfos. Lo tenía todo, dinero, fama…, un día se dio cuenta que le faltaba algo. Le molestaba que la viesen de brazo de aquel hombre cincuentón, barrigón y calvo. Comprendió que el dinero y la fama no hacen la felicidad. Trini se sentía defraudada. Su marido se reunía con los amigos y llegaba muy tarde a casa. Ella se hacía la dormida, por la mañana preguntaba ¿a qué hora llegaste anoche? Algunas veces estando los dos en la cama ella se hacía la ilusión de que tenía a su lado a su ex novio, el boxeador, y con esta falsa ilusión se dormía.
La tal novela era larga, y no recuerdo como fue su fin, pero muchas veces pienso cómo es posible que después de pasar más de 65 años, recuerde estas pequeñas anécdotas. En la actualidad mi mujer me dice que le alcance un plato y le llevo la cesta de la costura.
Por aquellos días en que se fundó la “Sociedad”, y algunos años después, existía en Geneto un hombre que casi todo lo censuraba, y solía decir ¡a lo que hemos llegado, un casino en Geneto! Si iba a La Laguna y tropezaba con algún conocido y este le preguntaba ¿Cómo anda Geneto?, él decía, ¡Geneto de primera, ya tenemos hasta casino, mira a lo que hemos llegado en mi pueblo, sólo falta una casa de…! Algunas personas mayores supondrán quién pudo ser este hombre que tanta fobia tenía a nuestra “Sociedad”.
Fue por aquellos años 30 cuando la luz eléctrica llegó hasta la venta de Herminia, donde luego estuvo el correo, ya hasta la “Sociedad” llegó una tubería de agua a presión a pesar de que el agua ya no era tan grave problema, después de construido el Bajante de Bocatuerta.
La sala de la “Sociedad Unión Cultural” se había quedado pequeña para la gran cantidad de jóvenes de las comarcas cercanas que acudían a sus animados bailes donde casi todo era música de nuestra tierra. ¿Cuántas parejas se conocieron, se enamoraron y terminaron casándose? Yo, al menos, conozco dos matrimonios que se conocieron en nuestra Sociedad. Que yo recuerde a dos mujeres, la directiva de la sociedad envió cartas comunicándoles que no entrasen en los bailes por bailar descaradamente.
Algunas veces me encuentro con gente de mi tiempo y hablando del tema dicen ¡muchacho, los bailes de Geneto eran los más famosos de todas estas comarcas. Yo iba allí con frecuencia. Domingo bello era el cantinero, solía tener buenos vinos y preparaba unas garbanzas especiales!
Carmen Ríos, una señora de San Bartolomé, era la cocinera que tía Rogelia contrataba, cuando esperaba grandes llenazos. Algunas veces las sentí discutir por la paga.
Por los años 1934-35 solían venir a los bailes de Geneto los familiares de doña Joaquina. Esta señora fue muy amiga de mi madre, decían que era muy caritativa, ayudaba y atendía a los enfermos tuberculosos. América, la de Juan Rosa, se crió desde muy pequeña con esta familia. A los bailes venían sus hijos Inocencio, Gilberto y Violeta. América esposa de Inocencio, y Alfonso Martínez, un gallego esposo de Violeta. También venían algunos amigos de estos jóvenes.
Según contaban esta familia vivió en una de las casas de Hilario, frente a la Iglesia, por eso hicieron amistad con gente de nuestro pueblo. Yo de eso no me acuerdo. Sí recuerdo verlos en los bailes pero en esa época vivían en La Laguna. Con ellos aparecía un muchacho con el pelo un poco largo. Las viejas decían que era marica. Por aquel tiempo aparecieron algunas películas de Carlos Gardel. El Tango empezaba a hacer furor. Estos jóvenes fueron los que lo bailaron por primera vez en nuestra Sociedad. Los Geneteros eran meros espectadores. Poco tiempo después todos bailaban tangos y milongas argentinas.
Durante la Guerra Civil, la familia de doña Joaquina sufrió un horrible drama, cuatro de sus miembros fueron fusilados.
Recuerdo algunos políticos de la época. Manuel Azaña, presidente de la República, ministros como Albornoz, Besteiro, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Gil Robles, Luis Companis, presidente de la Generalitat catalana.
Llegó el año 36. La nave de la República no enderezaba su rumbo. Todo eran huelgas y desmanes. El terrible vendaval se acercaba. Recuerdo aquellos chabacanos y alegres carnavales. El martes a las cuatro de la tarde frente a la Sociedad había una gran muchedumbre de parrandas y mascaritas. El baile empezaría pronto. Los tocadores estaban preparados, entre ellos mi tocayo Paulino el “gomero”, una mascarita se le acercó y con simulada voz carnavalera empezó a darle la “lata” diciendo ¡ay Paulino, Paulino, Paulinoooo…! Al parecer él la conocía y siguiendo la broma contestaba ¡sí, sí, para perder la vergüenza sólo hace falta taparse la cara! Paulino era de la quinta del 34. Ya había hecho el servicio militar. Estalló la Guerra y volvió a ser movilizado y enviado a la península. No volvió más a Geneto. Siempre lo recuerdo, era muy amigo de mis hermanos mayores. Creo que está en todas las fotos de excursiones que la Sociedad hizo al Norte y Sur de la Isla, años antes de empezar el desgraciado conflicto.
A principios de año hubo elecciones generales, ganó el llamado Frente Popular, formado por todos los partidos de izquierda. El País iba mal. Los presidentes del gobierno sólo duraban meses. Calvo Sotelo fue asesinado en Madrid. Esto fue algo que hizo rebosar el vaso. Negros nubarrones presagiaban la tormenta. La Sociedad tenía preparada una excursión para aquel domingo de julio. Días antes, el 18, el ejército se levantó en armas contra la República. La nefasta Guerra Civil española había empezado.
Era presidente en aquel tiempo de nuestra Sociedad Unión Cultural, Cresencio Rivero. Las noticias de la península eran confusas. Se decía que los generales Mola, Varela, Queipo de Llano, Asencio y Franco, habían provocado una rebelión para derrocar a la República. El golpe no salió tal como ellos pensaban, pues algunos generales seguían adictos a aquel gobierno elegido por la mayoría del pueblo español.
Aquí en nuestra Isla fueron detenidos todos los sindicalistas y gentes de izquierda. El gobernador civil Manuel Vázquez Moro fue arrestado, poco después un consejo de guerra le condenó a muerte y fue fusilado junto a su secretario… Cresencio descolgó la pizarra que anunciaba la excursión que nunca fue celebrada. Hace poco tiempo, un día hablando con Manuel González Hernández, conocido en Geneto por Manuel el de Celia, me dijo que la tal “gira” se llevó a cabo dos meses después de empezada la guerra. Manuel es dos años mayor que yo. Llegó a ser presidente de la Sociedad. Cuando él lo dice debe ser verdad.
Al empezar la guerra tenía yo catorce años… Un oficial fue nombrado gobernador civil. El ejército mandaba en todo. Algunos exaltados quisieron oponerse a los militares. Pagaron caro su atrevimiento. Aparecieron los cuarteles de la falange y Acción ciudadana. Yo conocí a verdaderos comunistas que por salvarse de la chamusquina se alistaron en estas unidades y lucían con orgullo la camisa azul con las flechas y el yugo.
Las cárceles se llenaron, hubo que recurrir a los salones de “Fifes”, antigua cárcel de mujeres que estaba en la calle de San Miguel, esquina a Tribulaciones, sótanos del gobierno civil en la plaza de Candelaria. Capitanía General y Palacio de Justicia. La represión fue cruel. En las comisarías y cuartelillos de la falange se torturaba a los detenidos. El miedo se generalizó. Al mando de la guarnición quedaron los coroneles González Peral y Cáceres Sánchez…
Yo siempre digo que hasta allí existía un odio reprimido. Sindicatos y gente de izquierda, muchos de ellos analfabetos, contra capitalistas, militares y el clero. La iglesia fue muy perseguida y atacada. Cuando los militares tomaron el poder, la represión fue tremenda. Muchos de aquellos exaltados ignorantes, no sospechaban lo que se les caería encima. Pronto empezó la movilización y los embarques de soldados. Algunas sociedades fueron clausuradas, pero la Unión Cultural siempre estuvo abierta. Ningún Genetero fue detenido. Sólo sé de un hombre al cual los falangistas quisieron llevárselo. Aquel vecino no pasó por los cuartelillos ni por los salones de Fifes gracias a don José Correa. Sí sé que un hombre de San Bartolomé estuvo detenido algunos meses.
Ya no teníamos bailes pero en el casino se seguía jugando al envite, la ronda y el dominó. Los Geneteros siempre tuvieron abiertas las puertas de su Sociedad. Meses después de iniciado el Movimiento a la Prensa la cambiaron el nombre por el Día, órgano del movimiento nacional sindicalista en Tenerife. Don Leoncio Rodríguez parece que nunca fue muy adicto a aquel mal llamado movimiento nacional. Protestó por el cambio del nombre a aquel periódico que él había fundado en 1910. No le hicieron caso y se refugió en Geneto en aquella casa frente a la finca “el drago” donde acabó sus días.
Los falangistas aparecían de vez en cuando por la Sociedad, cacheaban y registraban a todos. Miraban los documentos y al no encontrar nada sospechoso se iban. Mi primo Adolfo y yo teníamos 15 años. Él tenía un corpachón de hombre. Una noche aparecieron los falanges, mandaron manos arriba y registraron todo. Uno de ellos notó que Adolfo tenía un bulto en el bolsillo y le dijo ¡saque todo lo que tenga ahí! Adolfo sacó un trompo y una liña. El falangista lo miró burlonamente y dijo ¿hombre todavía juegas a esas cosas?
También solía aparecer un miembro de Acción Ciudadana de nuestro pueblo que borracho como una cuba, arrimaba el fusil en cualquier rincón y se ponía a cantar el “cara al sol”, quería que todos lo cantaran con él y si se negaban decía que eran comunistas y que para ellos estaban los salones de Fifes. Alguien lo denunció y le quitaron el arma.
Los embarques de soldados eran frecuentes. Llegaron a estar movilizados 14 quintos desde el 27 hasta el 41. Aquí solamente quedamos gente mayor y chiquillos. La Sociedad mandaba regalos sobre todo por Navidad, a los socios que luchaban por Dios y por España. Era lo que se llamaba el aguinaldo del combatiente. Aparecieron las madrinas de guerra y las famosas cartillas de racionamiento. Cierta vez a cada persona correspondían dos kilos de harina de judías para hacer puré. El puré desencadenó una epidemia de diarreas en casi todas las personas que lo comieron. Fue un caso de risa, muchos años después se hablaba de aquella inesperada “cagalera”.
La sociedad también hacía donativos a ciertas personas enfermas o necesitadas de nuestro pueblo. Decían que pagó la caja funeral a un vecino cuyos familiares no tenían recursos.
Mi hermano Francisco ya había hecho el servicio militar, era de la quinta del 33. En el 37 volvió a ser movilizado e integrado en el batallón del comándate Espejo, que estaba en el Puerto de la Cruz. Porfirio de la quinta del 37 también fue llamado a filas.
El marqués de Comillas aquel gran barco a quien el populacho rebautizó con el jocoso nombre de “machuco y limpia” los trasladó a la Península con una diferencia de quince días de uno a otro. Se decía que este trasatlántico se llevó a 4.000 canarios en cada uno de estos viajes… nuestra sociedad seguía abierta para los vecinos y visitas de los falangistas. Allí se hablaba de vacas, siembras y trillas, de lagares y vinos, pero más que nada de la nefasta guerra a la que tantos Geneteros contra su voluntad fueron llevados. Se comentaba el avance de las llamadas tropas nacionales o ejército libertador. El Régimen hacía una exagerada propaganda de lo que llamaban “causa justa” y ponían a Franco como el salvador de la patria, al que Dios había predestinado para que España no cayera en las garras de la bestia comunista dirigida desde Moscú por Stalin. Recuerdo aquellos pasquines pegados en cualquier esquina de las calles laguneras en los que se exaltaba a la llamada causa justa, se veía una mano extendida y escritas estas palabras: “paz, pan y justicia social”. En las que se intentaba ridiculizar a la República, un comisario político dando latigazos a un hombre, allí decía: “odio, terror y hambre”. Estos últimos calificativos los sufrimos aquí, en nuestra propia carne.
Cada vez que los franquistas ocupaban una ciudad importante, las campanas de las iglesias de La Laguna querían venirse abajo. Cierta vez se oyó gran estruendo de campanas y estallido de cohetes. Se decía que Madrid había caído, pero fue una falsa noticia. Las llamadas tropas nacionales entraron en algunas calles pero allí cayeron todos. Los republicanos atrincherados tras parapetos formados con adoquines arrancados de las vías y escondidos en balcones y azoteas, abortaron el intento. El siguiente día en carros tirados por mulos fueron recogidos centenares de cadáveres, los fascistas sufrieron una gran derrota.
Meses después de iniciado el “glorioso movimiento” fue nombrado Capitán General de Canarias el general de brigada Ángel Dolla Lahoz, de triste recuerdo. El obispo de la diócesis era fray Albino Menéndez. Se decía y se pudo comprobar en un libro escrito por Ricardo García Luis que estos dos elementos fueron culpables de muchos fusilamientos. A doña Joaquina, aquella caritativa señora que como ya tengo escrito vivió frente a nuestra iglesia, le desaparecieron dos hijos, una nuera y un yerno. La única que se salvó de la masacre fue su hija Viola por estar embarazada. Era la esposa de Alfonso Martínez, fusilado. Era gallego. Como se recordará estos jóvenes solían venir a los bailes de nuestra Sociedad antes de la guerra. Fueron los primeros que en ella bailaron el tango.
Según García Luis el único cura que se enfrentó a los militares a causa de las detenciones y fusilamientos fue el párroco de San Andrés.
Fray Albino bendecía los cañones que eran enviados al “frente” para matar españoles. Solía decir, los azules son nuestros amigos, los rojos nuestros enemigos y los grises nuestros enemigos ocultos.
Todas las madres esperaban ansiosas la visita del señor Pancho “el cartero” rogando siempre a Dios que las noticias fueran buenas. Si era mucha la correspondencia este hombre dejaba parte de ella en la Sociedad. Decía que era mucho el recorrido que debía de hacer por muchos caseríos de los contornos. Los socios que se reunían por la noche llevaban el siguiente día las cartas a aquellas familias de soldados que vivían en el Moralito. La Sociedad siempre fue benefactora para los vecinos de Geneto, socios o no socios.
Mi tocayo Paulino el “gomero” cayó mortalmente herido en Robledo de Chabela frente de Madrid. Juanillo “Pirile” con 18 años, pero que no aparentaba 12, cayó en la batalla del Ebro. También murieron Marcos “conejero” y Matías Rodríguez Cabrera, todos vecinos nuestros.
El batallón de mi hermano Francisco fue cercado por los “rojos” en las márgenes del río Segre. Estuvimos nueve meses sin saber de él. Siempre recordaré aquella tarde en que tío Domingo Bello, Félix Cartaya y Pedro el “Coro” se juntaron en la Sociedad, cogieron sus instrumentos y se pusieron a tocar en el poyito del patio. Me acordé de Francisco y me fui para mi casa llorando como un niño. Era un niño, tenía 17 años. Mi hermano tocaba en aquella parranda, hacía muchos meses que no sabíamos de él. Porfirio también fue herido en un hombro por un casco de metralla.
Se decía que la batalla del Ebro decidió la guerra. Los franquistas llegaron a Vinaroz, a orillas del Mediterráneo. La zona roja quedó dividida en dos partes. En Burgos estaba el cuartel general de Franco.
Se acercaba la Navidad del año 1938. Todas las madres preparaban el paquetito para enviarlo a sus hijos en tan señaladas fechas. La Sociedad, nuestra Sociedad Unión Cultural también envió regalos a los socios que luchaban por lo que se llamó la causa justa.
Pancho el cartero seguía trayendo correspondencia. Los vecinos le hicieron algunas donaciones que fueron depositadas en la Sociedad. De allí recogió más de un quintal de papas y una fanega de cebada para gofio. Una señora le regaló dos kilos de carne de cochino salada.
Aquella Navidad fue muy triste. Eran pocas las familias que no tenían a un ser querido en la guerra.
Llegó el año 1939. El frente de Madrid después de la gran derrota sufrida por los franquistas se había estabilizado. Era una guerra de trincheras. Ninguno de los dos bandos lograba avanzar un palmo, meses antes habían tenido lugar sangrientas batallas en Talavera de la Reina, Ciudad Universitaria, Pinto, Valdemoro, Carabanchel.
Puede decirse que la guerra se habían internacionalizado. En las filas franquistas había brigadas italianas, batallones irlandeses y escuadrillas de aviones alemanes. En el ejército republicano existían divisiones internacionales formadas por franceses, ingleses, rusos, americanos y polacos… dos de estas brigadas fueron las del “Lister” y el “Campesino”.
A la sociedad seguía llegando diariamente el Día a causa de la escasez de papel sólo traía cuatro páginas. Hábidos de noticias, todos queríamos leerlo. Ya sabemos que fue fundado en 1910 por Leoncio Rodríguez con el nombre de la Prensa. En enero de 1939, después de meticulosos preparativos, los franquistas lanzaron una gran ofensiva en la zona Norte. El primer objetivo era Barcelona. Equipados con armamento italiano y alemán y dirigidos por militares de carrera, eran unidades preparadas y disciplinadas. No pasaba lo mismo en el ejército republicano donde habían pocos militares de profesión y casi todos eran batallones de milicianos voluntarios. No existía un mando único y se sabía poco de estrategia militar.
La Ciudad Condal cayó a los cinco días. Los republicanos se replegaban llevando consigo a los prisioneros de guerra. El siguiente objetivo era ocupar toda la frontera francesa. A mediados de febrero la desbandada fue total. Políticos y militares, batallones completos, pero totalmente desorganizados pasaron al vecino país. También muchos prisioneros de guerra, entre ellos mi hermano Francisco.
Toda la línea fronteriza fue ocupada. El gobierno francés se las veía y se las deseaba para atender a tanto refugiado.
Decía mi hermano que tanto él como los demás prisioneros cruzaron la frontera, sucios, desarrapados, muertos de hambre y llenos de piojos. En Francia la primera comida que les dieron fue chocolate y pan.
Pocos días después vi como el señor pancho el cartero dejaba un montón de cartas en la sociedad. Luego fue a mi casa y ya sobre el techo del aljibe dijo: “Carmen Marrero, un telegrama”. Corrí a quitarle el pequeño papel de las manos. Pensé lo peor. Tal vez mi hermano haya muerto. Me interné en unos bardos colorados que en aquel tiempo existían en la trasera de la casa, mientras mi madre llamaba, Paulino, Paulino dónde te has metido, qué dice el telegrama. Yo leí, allí decía: “yo bien, liberado, abrazos, Francisco”. El telegrama había sido enviado desde Irún. Tuvimos una gran alegría.
En los primeros días de marzo de 1939, Francisco llegó a casa flaco y demacrado. Gracias a dos cabras que teníamos dando leche y algún gofio que se conseguía pudo recuperarse. Lo que contó merece una historia aparte.
Mientras aquí se padecían verdaderas miserias, quienes mejor lo tenían eran los agricultores que tenían ganado y recogían algunas cosechas cuando los años ayudaban. El que dependía de un jornal pasó muchas calamidades. Yo sé historias de algunas familias que no las cuento por pena y vergüenza.
Ocupada toda la zona Norte, los franquistas prepararon concienzudamente una ofensiva en el sur, donde todavía Madrid, Valencia, Alicante y otras grandes ciudades estaban en poder del llamado ejército rojo. Afectados por los reveses sufridos en el Norte, las tropas republicanas habían perdido la moral.
La ofensiva franquista fue un paseo. Madrid cayó casi sin oposición. Políticos, jefes militares, sindicalistas y en fin casi todos los dirigentes del gobierno republicano embarcaron en los puertos de Valencia, Alicante y Cartagena con destino a países extranjeros. En pocos días España entera quedó en poder de las llamadas tropas nacionales. Habían sido casi tres años de cruenta guerra civil entre españoles. Sed dio el caso de que en un bando había padres, hijos o hermanos de los que defendían el otro bando. Se decía que en primera línea hubo medio millón de muertos. También en la retaguardia de ambos bandos fueron muchos los fusilados y desaparecidos.
Recuerdo aquel último parte de guerra de que decía:
“En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército enemigo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos. La Guerra ha terminado”.
Burgos 3 de abril de 1939.
El Generalísimo Francisco Franco
Fue un día alegre de júbilo popular. Las campanas de La Laguna repicaban sin cesar. Se sentía el estallido de cohetes por todas partes. La campana de nuestra iglesia también dejó oír su voz.
En la sociedad se reunió mucha gente, todo eran caras de alegría. Solamente algunas madres seguían serias y preocupadas pensando que tal vez alguno de sus hijos hubiesen muerto en aquellas batallas finales.
Meses después algunas quintas fueron desmovilizadas, muchos regresaron. Algunos de estos ex combatientes venían a la sociedad, a mi no se me escapaba detalle de lo que contaban. Poco a poco fueron reuniéndose componentes de aquella afamada parranda, Manuel Cartaya, Pedro el Coco, Javier, Celso, Francisco, Miguel Santana, Antonio Morales, ¡qué pena!. Faltaba mi tocayo Paulino el gomero. Como ya tengo escrito, este bromista y alegre muchacho cayó mortalmente herido en las Lomas de San Benito, Robledo de Chabela, frente de Madrid. Nunca supimos si fue cristianamente enterrado o quedó cara al sol como tantos otros. ¡Descanse en paz aquel socio fundador de la sociedad!
Por aquel tiempo se sembraba hasta el último rincón. La cosecha del año 1939 fue fabulosa. No recuerdo en lo que tengo de vida ver nada igual. Llovió mucho y a su debido tiempo, según decir de los campesinos, crecieron los herbazales. La gran cosecha de aquel año remedió en gran parte la escasez y miserias que existían. En las eras se trilló casi todo el verano.
Sin prisa pero sin pausa, nuestra sociedad Unión Cultural se fue reorganizando. En 1940, tenía yo 18 años, nos hicimos socios Vicente Hilario, Antonio, Gilberto, Adolfo y muchos más de aquella generación.
Volvieron a empezar los bailes, surgieron nuevos tocadores. Lalo, Juanito, Matías, Antonio, Eloy, Horacio. En fin, puede decirse que en Geneto desde antiguo existieron buenas parrandas, buenos cantadores y animados bailes.
Eso de: suéname los mocos madre que voy a Geneto al baile lo acredita.
Paulino de la Rosa.
Septiembre de 2000.